Toda poesía reclama cierta autonomía; quiere distinguirse de ella y al mismo tiempo quiere ser ella misma. Escribir es someterse para que la palabra quede libre; no existe pensamiento más libre que aquel que deshata de la punta de la pluma a la oración; sacrificar a la libertad para que ella misma sea poesía. Sueño guajiro que traduce un destino autoimpuesto; el autor ha de pagar con su vida… y aquel salió corriendo.
Por mucho que abarque el pensamiento no alcanza para abrigarme del frío y termino por helarme en una brisa. Nada es eterno, sin embargo, permanece. ¿será que mientras permanece crece? ¿a qué velocidad va el tiempo entonces cuando pasa por un estanque?
Desaprender a escribir a sido, sin duda, un riesgo difícil y creo que voy perdiendo mientras voy ganándole terreno. Si voy a perder el tiempo prefiero que no sólo sea un momento, elijo no despertar; quedarme dormido y vivir nomás como si la vida fuera un sueño. Elijo también para mi todas mis muletillas y las bromas que a hurtadillas le hago a la oración: pues lo que nace perece y si muere vivo fue entonces no sé hasta donde y cuando sigue la trama, no me quedo pues al final me voy dormido y despierto cuando la vida sea sueño y a ver si al final de todo de mi vida fui único dueño.
Escribir es diseccionar mariposas para los museos.
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