Enfermo de las Cosas

15 horas de literatura, varias tazas de café, una botella de vodka, jugo de naranja (que no termina por suplantar el jugo de uva); termino por escribir bajo la luz de un foco que insiste en bailar impertinentemente… las cosas siempre me han molestado; igual que si estuviera enfermo de lo mismo de aquel Oliveira de Paris.


Varios delicados en el cenicero y una chora en la memoria, cuando menos la voluntad me ha servido de algo; también yo creía que tenía más voluntad; creí que unos cigarros, unas horas de lectura y, quizás, en el lejano caso en que volviera a habitarme a mi mismo, las últimas letras que vería en este día contendrían la respuesta nítida de la clave inconclusa. Buscando a ciegas la luz oscura, la llave que abre la puerta a ningún lugar, no hay demasiado tiempo para pensar… ¡escribir rapsodias me parece tan repugnante! Siempre terminando en lo mismo sin poder asirnos a un celestial domingo.


Es tiempo de evasión; qué el escritorio siga siendo un desastre con la promesa de algún día, seguirá la ropa esperando en la lavadora, algún día una mano bondadosa presionara el On; el Off me parece un poco más agradable que las vueltas rabiosas que nada limpian.


Yo voy, lobo estepario…


Enfermo de las cosas…


Suicidio metafísico en el rió de la materialidad… en el siguiente párrafo me mato…


En la arena los pies comienzan a llevarme en dirección opuesta, en el asfalto me he quemado los callos y sigo pensando que aquello que se ve en el asfalto cuando el sol llega después de la lluvia no es vapor, sino el alma de los vivos que no pueden saber que tan muertos están.


Habría que comenzar a contar la historia desde los hechos para alcanzar después a los sentidos, habría que desnudarnos primero para revolcarnos en el fango de la verdad, pero pienso tan poco en sexo que ahora simplemente prefiero no quitarme la ropa, al fin que con la verdad nunca llega el orgasmo. ¿Cuánto tabaco hace falta para comenzar a respirar como intelectual? ¿Cuánta cordura para pensar como un loco? Una botella de vodka para emborracharse, pero ¿Cuántas palabras para desnudar a la verdad? ¿Qué le dices para que se quite la ropa? Baile de foco.


Un cuento con acontecimiento, un experimento que intenta demostrar su hipótesis de insinuación. Los juegos de la mente se siguen dibujando en colores sin nombre, cantando y dejando secuelas más que conclusiones. La verdad se va a las fiestas y sólo coquetea a los borrachos; precisa que le den amor sólo para guardarlo en su cigarrera y fumárselo en 5 minutos. Llega rompiendo plaza sin dejarse ver completa, sólo como insinuación de su alguna vez presencia. Después de verle, todo es silencio. ¡¿a quien estas mirando?!


Lapicero verde, caligrafía familiar, ideas inexistentes que no terminan de probar su punto con la mera expresión insinuada, ese debe ser el precio del vodka. 15 horas de literatura no se curan con filosofía; la filosofía emborracha y te pierdes cuando subes al colectivo… no me vea así señora, ¡soy adicto! ¿Por qué no mira que estoy enfermo?; el otro día un encendedor me pegó una calentura y un panfleto me contagió de cáncer… hay ríos metafísicos… debe haber lagos y fuentes también. Probablemente por debajo de está casa viaje el desagüe de lo metafísico, debe ser en la regadera donde siempre me baño. ¿es agua, fuego o piedra la metafísica?


Yo voy, lobo estepario, trotando


por el mundo de nieve cubierto…


Que mi triste destino me ahuyenta y espanta…


y así voy llevando mi mísera alma al infierno*


La música bosteza por las escaleras, el segundo piso no está aquí, sin embargo la música baja en cascada por cada escalón. La música avisa que es hora de otro cigarro… más jugo de maíz y naranja… hundo mi garganta en la nieve… hace frío y tengo las manos heladas; es normal que en estos casos se hunda la garganta en la nieve. Enfermo del mundo mi polo-yo se va de vacaciones. ¡Me disgusta tanto leer una rapsodia! Es hora de encender un delicado.


El café frío y el vodka caliente. El río metafísico no puede tener temperatura, pero se sigue sintiendo frío, talvez sólo debería mojar los pies, talvez esté sentado sobre un castillo de nieve… hundo mi garganta en la nieve; sin saber que decir, ¿cómo evitar desanimarme?


Enfermo de las cosas sólo se puede hacer literatura, no hay mucho espacio para la metafísica si te llevas a cuestas. ¿Cómo se puede jugar a que no pasa nada si pesas tanto sobre tus propios hombros? En un libro viejo alguien jugaba a que era Cervantes, pero le pareció demasiado fácil. ¿qué tan difícil debe ser uno mismo para que jugar a ser Cervantes resulte más fácil que encender otro delicado?


El espíritu es el receptáculo de todo lo mío, de todo lo que se puede llamar mío… ¡yo no lo hice!; no estaba ahí y el polo-yo hizo una fiesta, no miré las ventanas alumbradas ni a los invitados destrozando mis cosas, quiso llamar mío lo que siempre fue de él… mi polo-yo no quiso traicionarme, pero nunca fue una persona serena… ¡pobrecillo se siente tan culpable! Ya no importa pequeño; te he perdonado.


Voy encontrando colores sin nombre y voy dibujando sus letras, me revuelco con la verdad y la dejo yacer sobre la cama, virgen todavía, sigue inmaculada, pero yo ya no soy mi polo-yo; lo mando de vacaciones y no regresará; he reclamado el derecho sobre la vida que siempre será mía. Quiero escribir mi-propia-mala-literatura. Voy siguiendo con sigilo, pero sin acierto, me gusta llevarte de escudo; injusticia aún sin castigo. Detrás siempre va mi polo-yo, me gusta ir primero.

Detrás de la cama me escondo cuando tocan la puerta y reconozco a quien toca, he visto su rostro en los colores que dibujan los sonidos de su mano sobre la puerta, curiosa cosa esa de la acústica. Estaba tosiendo el nombre de los colores y me permito equivocarme ¡más cerca!


Cuando los fantasmas te tocan los pies, las orejas se congelan… curiosa cosa esa de la parapsicología, ciencia enferma. Una tormenta fantasmal avisa a los hombres que las aguas, alguna vez frías, comienzan a quemar la piel. Lluvia metafísica me avisa que perderé el sueño en la siguiente taza de café, los fantasmas prometen la tregua en la consumación de un lejano encuentro… ¿acaso en el siguiente sueño? Se retiran a dormir.


Habitación oscura. A pesar de todo, sigo extrañando el baile del foco intermitente. Cuando el día se ha terminado no queda más: cerrar los ojos y descansar el cuerpo, mañana tendremos fiebre, pero no habrá otra vez un polo-yo, sólo yo.


…sigo soñando en colores sin nombre…


Sobre la cama ya no hace falta aprender sus sonidos; sí crees haberlo comprendido todo, sólo queda una cosa por decir: no haz entendido una sola palabra.


* Fragmento de otro, recortado sin intención alguna.

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