De perder lo que se tiene, de faltar en donde se necesita, de hacer algo mal cuando se quiere ser bueno. El miedo es… ¿Qué es la esperanza?... ¿Quién me llama a estas horas?
Si el hombre no cometiera errores no sería miedoso. Pero él se equivoca, ocultando los argumentos de la cordura y la razón se entrega a la tristeza insegura de sus equivocaciones. Él se ha sentido no ser, alguna vez, él culpable del dolor; por eso teme. Porque el dolor ha sido alguna vez producto de sus manos puede equivocarse hoy, porque ha sido antes puede ser hoy, en este mismo instante puede ser.
“La esperanza es una alegría insegura, que proviene de la idea de una cosa futura o pasada, de cuyo acontecimiento dudamos.
El temor es una tristeza insegura, que proviene de la idea de una cosa futura o pasada, de cuyo acontecimiento dudamos” (Baruch Spinoza, Ética demostrada según el orden geométrico)
El miedo es un estado psicológico que se acepta o no, pero que se manifiesta en el trascurrir de la vida. Es una desesperanza embarazosa, un hábito que apresura las salidas que intenta la conciencia. El miedo no se funda en sí mismo, sino en otra cosa que lo desata y le comunica a la conciencia la presencia de las causas que seguramente traerán como efecto la presencia del dolor. Como una actitud el miedo refiere al futuro; la perdida constante, el reiterado encuentro del individuo con el dolor le hacen temeroso de las circunstancias y coincidencias que le avisan de la probable presencia del dolor. La persona temerosa vive en una constante hipnosis que le convence de la realidad de sus amenazas. Temor se puede sentir de cualquier cosa todo depende de si la conciencia recibe los incentivos suficientes para recordar las cicatrices del dolor.
Aunque el miedo sea una tristeza insegura, tan insegura como la esperanza lo es, tiende a alinear ordenadamente sus razones en estructura causal, coherente y argumentada, aun cuando el miedo sólo es producto de las inseguridades. Mientras el miedo va creciendo en intensidad los argumentos que yo, como conciencia individual y no como persona física o inventada que escribe, utilizo para justificarlo se van fortaleciendo con las derrotas, las tristezas y el dolor que nunca dejan de aparecer en éste que es el mejor de los mundos posibles.
La realidad temerosa
El miedo no se presenta en un instante, no es algo en lo que nos encontremos atascados de repente. El tiempo en el que tenemos miedo siempre es un ahora, siempre es en este preciso instante en el que estoy temiendo. Tener miedo es no tener confianza.
Si hemos de decirlo necesariamente en un lenguaje rebuscado diremos que la conciencia no solamente se configura a partir de sus facultades, afecciones y deducciones racionales, una conciencia es una suerte, o un destino, de emociones, decisiones y acontecimientos con la facultad de establecer una suerte de orden temporal y causal entre los acontecimientos guardados en los misteriosos círculos de la memoria. La conciencia es capaz de discernir entre el orden causal de los fenómenos y desarrollar patrones de comprensión, vicios o virtudes que se registran en el carácter de la persona a la que pertenece la conciencia.
La respuesta a la pregunta por la naturaleza del temor no está en el miedo mismo; el miedo se supera después de encontrar el mal que lo causa o la amenaza del dolor. El miedo como estado psicológico actúa sobre la conciencia (individual o colectiva) instalándose sobre el estilo, la calidad y el ritmo de la vida; basta con que una persona con miedo al fracaso, por ejemplo, vea frente a sí la posibilidad de un éxito para que la tome sin que le importen las consecuencias y, peor aún, sin que exista un verdadero razonamiento orientado sobre la decisión que se toma, olvidando lo que se quiere y desea, poniendo por encima de cualquier cosa la necesidad de huir de la amenaza -real o imaginaria-.
La persona afectada por el miedo se construye una realidad acorde a lo que teme. Cuando se le teme a algo la confrontación con lo temido no es una opción, antes se ignora y se pretende desaparecer el miedo ignorando su existencia cerrando los ojos cuando éste se manifiesta; con el olvido voluntario de las causas la sensación de temor se hace más esporádica, pero sus manifestaciones ganan en destructividad y acertividad en sus ataques. Al ignorar las cosas a las que tememos estamos renunciando a su reconocimiento, estamos negando al otro negándole en su existencia.
El miedo sólo se siente ante lo desconocido y al temer algo evitamos participar de cualquier contacto; así se va construyendo una burbuja viciosa que nos proporciona el aire necesario para cumplir las más básicas exigencias de la vida, pero circunscritos a una sola variedad de aire que querrá pasar por todo el aire del mundo. Esta burbuja de aire acrecenta su volumen; en las conciencias colectivas inician o responden incitaciones a la guerra y a la violencia interna, se aíslan o permiten la militarización de sus calles ante la amenaza de amenazas absurdas. El miedo distrae y es alucinógeno se inventan fantasmas, enfermedades o negras intenciones con las incitaciones más delicadas, vivir temiendo es vivir con la tristeza insegura de ser violentado desde cualquier parte. La conciencia ocupada en el combate del miedo se olvida de crear, de imagina y esperar… el esperar que refiere a la esperanza y no a la incertidumbre.
Esperanza y Miedo
Esperanza y miedo son técnicamente lo mismo, según Spinoza y sólo para quien necesite referencia, alegría o tristeza insegura sobre algo que puede ocurrir o no. Así tenemos a Caso que defiende una esperanza que al hacerse olvidadiza sobre el mal se convierte en creadora, esta esperanza va dirigiendo los actos y las decisiones de quien espera hacia una alegría prometida, escasa en manifestaciones de su realidad, pero necesaria para alimentar el deseo de quien espera.
Mientras la esperanza (alegría insegura) disminuya de la persona más fácilmente prolifera el miedo; quien pasó de la esperanza al miedo de un solo salto debió enfrentarse ante la sacudida de un gran golpe después de un largo periodo de espera. De una larga espera que se transforma en decepción viene el temor a esperar; es imposible alimentar esperanza cuando se teme y es igualmente difícil dejar de temer cuando se espera. El carácter inseguro de las personas hacen que sus reacciones ante los fenómenos son azarosas y aleatorias; la misma causa puede tener por efecto esperanza o miedo según el mundo que cada conciencia proyecte desde su percepción del mundo.
Esperar y temer no son estados psicológicos determinados por el entorno de los individuos que temen o esperan. Son estados en los cuales las personas deciden permanecer o no. Siendo dos caras de una misma moneda la única diferencia es la cara que se elija o se niegue. Se debe negar una parte del mundo, no es una decisión fácil porque hay que negar invencibilidad del mal para creer en la futura proliferación del bien y hay que negar la existencia de nuestras alegrías para temer con más fuerza y huir rápida y efectivamente de aquello que refleje nuestro miedo, que siempre será interno.
Las alternativas son pocas porque una conciencia que decide dejar de temer debe encontrar los argumentos para vencer su miedo en si mismo; sea en forma de actos o proyecciones del deseo siempre tendrá que conocerse a sí mismo más allá de sus propios limites, deberá hacerse consiente de su entorno, primero para entender las conexiones de sus causas con sus efectos y después para esperar y abandonar el temor, la dificultad se sigue incrementando porque una vez consiente todavía le queda por descubrir en la esperanza irreflexiva y espontanea la sospecha de que el miedo puede dejar de existir. Al final se tratará de elegir entre el aire cálido, seguro e igual de mi burbuja de miedo o intentar conseguir la difícil proeza de no necesitar burbujas para vivir.
Si el hombre no cometiera errores no sería miedoso. Pero él se equivoca, ocultando los argumentos de la cordura y la razón se entrega a la tristeza insegura de sus equivocaciones. Él se ha sentido no ser, alguna vez, él culpable del dolor; por eso teme. Porque el dolor ha sido alguna vez producto de sus manos puede equivocarse hoy, porque ha sido antes puede ser hoy, en este mismo instante puede ser.
“La esperanza es una alegría insegura, que proviene de la idea de una cosa futura o pasada, de cuyo acontecimiento dudamos.
El temor es una tristeza insegura, que proviene de la idea de una cosa futura o pasada, de cuyo acontecimiento dudamos” (Baruch Spinoza, Ética demostrada según el orden geométrico)
El miedo es un estado psicológico que se acepta o no, pero que se manifiesta en el trascurrir de la vida. Es una desesperanza embarazosa, un hábito que apresura las salidas que intenta la conciencia. El miedo no se funda en sí mismo, sino en otra cosa que lo desata y le comunica a la conciencia la presencia de las causas que seguramente traerán como efecto la presencia del dolor. Como una actitud el miedo refiere al futuro; la perdida constante, el reiterado encuentro del individuo con el dolor le hacen temeroso de las circunstancias y coincidencias que le avisan de la probable presencia del dolor. La persona temerosa vive en una constante hipnosis que le convence de la realidad de sus amenazas. Temor se puede sentir de cualquier cosa todo depende de si la conciencia recibe los incentivos suficientes para recordar las cicatrices del dolor.
Aunque el miedo sea una tristeza insegura, tan insegura como la esperanza lo es, tiende a alinear ordenadamente sus razones en estructura causal, coherente y argumentada, aun cuando el miedo sólo es producto de las inseguridades. Mientras el miedo va creciendo en intensidad los argumentos que yo, como conciencia individual y no como persona física o inventada que escribe, utilizo para justificarlo se van fortaleciendo con las derrotas, las tristezas y el dolor que nunca dejan de aparecer en éste que es el mejor de los mundos posibles.
La realidad temerosa
El miedo no se presenta en un instante, no es algo en lo que nos encontremos atascados de repente. El tiempo en el que tenemos miedo siempre es un ahora, siempre es en este preciso instante en el que estoy temiendo. Tener miedo es no tener confianza.
Si hemos de decirlo necesariamente en un lenguaje rebuscado diremos que la conciencia no solamente se configura a partir de sus facultades, afecciones y deducciones racionales, una conciencia es una suerte, o un destino, de emociones, decisiones y acontecimientos con la facultad de establecer una suerte de orden temporal y causal entre los acontecimientos guardados en los misteriosos círculos de la memoria. La conciencia es capaz de discernir entre el orden causal de los fenómenos y desarrollar patrones de comprensión, vicios o virtudes que se registran en el carácter de la persona a la que pertenece la conciencia.
La respuesta a la pregunta por la naturaleza del temor no está en el miedo mismo; el miedo se supera después de encontrar el mal que lo causa o la amenaza del dolor. El miedo como estado psicológico actúa sobre la conciencia (individual o colectiva) instalándose sobre el estilo, la calidad y el ritmo de la vida; basta con que una persona con miedo al fracaso, por ejemplo, vea frente a sí la posibilidad de un éxito para que la tome sin que le importen las consecuencias y, peor aún, sin que exista un verdadero razonamiento orientado sobre la decisión que se toma, olvidando lo que se quiere y desea, poniendo por encima de cualquier cosa la necesidad de huir de la amenaza -real o imaginaria-.
La persona afectada por el miedo se construye una realidad acorde a lo que teme. Cuando se le teme a algo la confrontación con lo temido no es una opción, antes se ignora y se pretende desaparecer el miedo ignorando su existencia cerrando los ojos cuando éste se manifiesta; con el olvido voluntario de las causas la sensación de temor se hace más esporádica, pero sus manifestaciones ganan en destructividad y acertividad en sus ataques. Al ignorar las cosas a las que tememos estamos renunciando a su reconocimiento, estamos negando al otro negándole en su existencia.
El miedo sólo se siente ante lo desconocido y al temer algo evitamos participar de cualquier contacto; así se va construyendo una burbuja viciosa que nos proporciona el aire necesario para cumplir las más básicas exigencias de la vida, pero circunscritos a una sola variedad de aire que querrá pasar por todo el aire del mundo. Esta burbuja de aire acrecenta su volumen; en las conciencias colectivas inician o responden incitaciones a la guerra y a la violencia interna, se aíslan o permiten la militarización de sus calles ante la amenaza de amenazas absurdas. El miedo distrae y es alucinógeno se inventan fantasmas, enfermedades o negras intenciones con las incitaciones más delicadas, vivir temiendo es vivir con la tristeza insegura de ser violentado desde cualquier parte. La conciencia ocupada en el combate del miedo se olvida de crear, de imagina y esperar… el esperar que refiere a la esperanza y no a la incertidumbre.
Esperanza y Miedo
Esperanza y miedo son técnicamente lo mismo, según Spinoza y sólo para quien necesite referencia, alegría o tristeza insegura sobre algo que puede ocurrir o no. Así tenemos a Caso que defiende una esperanza que al hacerse olvidadiza sobre el mal se convierte en creadora, esta esperanza va dirigiendo los actos y las decisiones de quien espera hacia una alegría prometida, escasa en manifestaciones de su realidad, pero necesaria para alimentar el deseo de quien espera.
Mientras la esperanza (alegría insegura) disminuya de la persona más fácilmente prolifera el miedo; quien pasó de la esperanza al miedo de un solo salto debió enfrentarse ante la sacudida de un gran golpe después de un largo periodo de espera. De una larga espera que se transforma en decepción viene el temor a esperar; es imposible alimentar esperanza cuando se teme y es igualmente difícil dejar de temer cuando se espera. El carácter inseguro de las personas hacen que sus reacciones ante los fenómenos son azarosas y aleatorias; la misma causa puede tener por efecto esperanza o miedo según el mundo que cada conciencia proyecte desde su percepción del mundo.
Esperar y temer no son estados psicológicos determinados por el entorno de los individuos que temen o esperan. Son estados en los cuales las personas deciden permanecer o no. Siendo dos caras de una misma moneda la única diferencia es la cara que se elija o se niegue. Se debe negar una parte del mundo, no es una decisión fácil porque hay que negar invencibilidad del mal para creer en la futura proliferación del bien y hay que negar la existencia de nuestras alegrías para temer con más fuerza y huir rápida y efectivamente de aquello que refleje nuestro miedo, que siempre será interno.
Las alternativas son pocas porque una conciencia que decide dejar de temer debe encontrar los argumentos para vencer su miedo en si mismo; sea en forma de actos o proyecciones del deseo siempre tendrá que conocerse a sí mismo más allá de sus propios limites, deberá hacerse consiente de su entorno, primero para entender las conexiones de sus causas con sus efectos y después para esperar y abandonar el temor, la dificultad se sigue incrementando porque una vez consiente todavía le queda por descubrir en la esperanza irreflexiva y espontanea la sospecha de que el miedo puede dejar de existir. Al final se tratará de elegir entre el aire cálido, seguro e igual de mi burbuja de miedo o intentar conseguir la difícil proeza de no necesitar burbujas para vivir.
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