Ave Tele! los que vamos a morir te saludamos!!!

Si el hombre no hiciera buenas obras, no sería creyente.
Pero él las hace, venciendo las resistencias del egoísmo; él se ha sentido ser,
alguna vez, creador de bien; por esto espera. Porque el bien ha llegado muchas veces,
puede llegar hoy; porque ha sido antes, puede ser ahora,
en este mismo instante puede ser. (Antonio Caso)


En las noches cierro los ojos y miro fantasmas que llegan de aquellos días... pesadillas… soñé que nacía un nuevo Cesar y que a todos nos quemaría como aquel que pretendió salvarles de la corrupción y el pecado. Talvez haya sido la exaltación o la impotencia acompañando al insomnio, pero aquel sueño parecía tan real que todavía intento discernir lo onírico de lo virtual. Ahrora estoy mirando fantasmas; cuando cierro los ojos las pesadillas vienen antes del descansó, todavía puedo ver el fuego y sentir como me quema los ojos, se saturan los oídos con los gritos, lamentos y voces temblorosas por seguir hablando, se sigue negando a despertar. Todos los poemas tienen lobos, menos dos, o tres, talvez sin mirar hacia arriba se pueda escupir al cielo. Todavía secándome las lagañas he tenido que comenzar a narrarles la pesadilla en la que el Cesar volvió en dolby digital y sonido envolvente en sus 5 millones de canales. Sé que puede parecer un sueño demasiado emparentado con los miedos que infunde sólo el señor de las tinieblas, pero debemos recordar que la realidad siempre supera a la fantasía o, en este caso, a nuestras más ufanas pesadillas.

I. Un sueño de ayer
Cada conciencia rellena arbitrariamente los espacios que le deja su percepción; imaginamos lo que nos hace falta en la percepción de nuestro mundo inmediato. Pensamos en nuestro mundo demasiado poco, egoístamente imaginando lo que nos haga falta. Pienso, que aquello que veo en mi cabeza es idéntico a lo que pasa de manera real en el mundo de los demás. Confusión entre dos tipos de racionalidad.
Pensamos que el mundo, México, está dividido entre bandos contrarios (dos). Decidimos creer arbitrariamente. Cada cabeza es un mundo se convierte en un principio rector y ya no en una frase dentro de un contexto. Completo la poca información que me llega de lo que veo con lo que imagino; decido creer en los discursos de las personas a las que de antemano ya he elegido para creer. Sin asumir el riesgo de preguntar y explorar las opiniones contrarias, decido no creer en el cambio de zapatos, para no tener que enfrentar la desprotección del riesgo que conlleva el pensar reflexivo, moviéndome en el cálculo y la valoración superficial no correré peligro alguno por pensar.
Algunos van más lejos y se atreven a hablar de las personas a su alrededor como sí estuvieran hablando de personas reales y no de ideas existentes sólo en su conciencia, como sí no fuesen sólo ideas en mi cabeza. Asumiendo la responsabilidad de valorar reflexivamente es obvio que salimos de nuestro ámbito familiar; ámbito que construimos como barrera frente al cambio, que siempre nos arriesga, abandonamos nuestra esperanza al miedo que siempre la acompaña; la cuota de equivoco que existe en cualquier riesgo que corremos la olvidamos a favor de vivir en paz.
Los actores de la comedia trágica de nuestras elecciones pudieron convencernos a todos para que creer en su opinión parcial y ficticia como si al escucharlos nos enfrentáramos de manera real con la verdad indiscutible que se infiere de la lógica y la razón, pero además, de la buena voluntad cuasi-religiosa de nuestros santos gobernantes. Desafortunadamente, la mayoría ha tenido que elegir a la televisión como su contacto inteligente, libre y objetivo con el mundo. Reflejamos todos los días nuestra adicción a no pensar y nos sentimos felices de recibir opiniones prefabricadas de nuestra caja de sueños.
Mientras Televisa y tv Azteca reclamaron como propio el derecho de inyectar credibilidad al IFE, las personas (el individuo irreducible que conduce la combi o que ofrece cátedra en la universidad) del país prefieren creer que piensan con el sólo hecho de ver las noticias en la tele y de vez en cuando algún programa de los llamados de “análisis” político. Las televisoras de nuestro país van en camino acelerado a convertirse en la fuerza de credibilidad más grande, serán muy pronto la única opinión que goce de respeto. En un futuro no muy lejano acudirán millones de simpatizantes a marchas, plantones y firmas colectivas de documentos que le rogarán a los conductores honorables de la televisión nos den su mejor opinión sobre nuestra propia vida, sólo podremos salir a la calle cuando sea un buen día, según la opinión más respetada del horóscopo.

II. Si sale en la tele sabe lo que dice
¿Qué clase de libertad podremos sufrir en tales circunstancias?
La libertad del mexicano nunca ha sido precisamente típica o fácil de identificar, incluso de ser defendida. Nuestras decisiones se endurecen por la cantidad de personajes, empresas e instituciones que han comenzado a jugar su propio juego, además de jugar por sus propios reconocimientos, pero en donde el único calor que se propone es el de tener (como posesión enfermiza y atrayente) y no el de ser, cualquier valor de ser podría citarse en contraposición a el tener y siempre saldría victorioso de tan dispareja confrontación, el problema es que en toda confrontación es difícil no temer la derrota y siempre será más cómodo vivir con la duda y sin cicatrices que con la derrota en nuestro corazón.
Todos los personajes nos dieron muestras brillantes de su capacidad para imaginar las declaraciones más desapegadas a la realidad. Las opiniones de los “periodistas” de la televisión siguen describiendo muy bien el mundo “irreal” de sus cabezas, pero sospechamos que muy poco saben del mundo al que supuestamente están definiendo, la sospecha fundada en la poca o nula adecuación de lo que se escucha con lo que se vive en el México que no se define en bandos y militantes. Es difícil mantener la calma y la objetividad cuando se mira la tele; Hablan las personas de la tele, los más escuchados en tiempos difíciles, de su mundo irreal y se comienza a creer que un personaje como el de Carlos Marín es gracioso y que Loret de Mola es un joven suspicaz con comentarios valiosos, sin atender a lo que se dice y el porque de lo que se escucha. Demasiado cálculo y análisis de posturas y poca reflexión sobre los datos que generan las posturas.
Hay que reconocer que la televisión ha sabido desde su aparición pescar en los ríos revueltos; hicieron mejor campaña electoral que ningún otro partido político. Ante el poco interés que despiertan los candidatos registrados y ante la división, que la misma tele contribuyó a fomentar, los llamados “ciudadanos” quisimos creer que la verdad está en todas partes y que la tele, desinteresadamente, nos ayudaría a mirarla con el mínimo de esfuerzo. Tan bien ha sido elaborada su campaña que creemos: sí sale en la televisión es porque sabe lo que está diciendo; siempre ha sido menos riesgoso creer en opiniones autorizadas que pretender pecar de ciudadanos libres.
Adormecidos como somos los seres humanos, los medios han optado por tomar en sus manos la responsabilidad de un papel más activo en el país que comienzan a reclamar como bajo su cuidado. El único valor creativo en la televisión consta en las formas y estrategias para fabricarse un doble discurso que en cualquiera de los casos puede venderse como real; Márquez estaba viendo las noticias cuando dijo que la realidad siempre supera a la fantasía y Caso debió lamentar no poder hablar de tal problema, cuando menos nosotros debiéramos lamentarlo.

III. Sólo una escala más de agotamiento
El nivel cultural de nuestro país no da para mucho más; nos han vendido la idea de que pensar y leer es aburrido y poco fructífero, o cuando menos no es tan valioso leer un libro sobre la historia de México que ver uno de los objetivos, bien realizados y veraces reportajes de Clío. Preferimos ver noticieros y evitarnos la tediosa labor de investigar, conversar o discutir nuestras ideas, veamos mejor los noticieros y sigamos imaginando lo que nos haga falta. Sigamos dormidos y cuando despertemos tendremos que ver lo necesario (requisito indispensable) de contar con un equipo de transmisión televisiva para aspirar a un registro de partido o salir en la tele para ser una opinión autorizada. Ya veremos cuando nos despertemos que las fuerzas políticas de nuestro país nada tendrán que ver con la democracia, cuando menos esa palabra perderá su significado, aunque en realidad no significa demasiado hoy, hoy, hoy...
Los mexicanos diremos cada vez menos de nuestras vidas. Nunca hemos tenido el control de nuestros destinos, como país o como personas, pero cada más vez rápido perdemos lo que ya sabíamos y como respuesta nos sentaremos a mirar en la tele como va avanzando nuestra desolación y como cada vez hablaran del mundo de ellos, en el olvido quedaran nuestros sueños y aspiraciones cuando ya nada podamos hacer por intervenir en nuestro propio mundo inmediato.
Sólo veamos lo que sucedió con los punteros: Mientras Obrador le hablaba a una sociedad civil inexistente, Calderón (y todos sus etcéteras) vendieron la idea de que esa misma sociedad existe y ha existido siempre, pero ya hizo todo lo que le correspondía y es propio de la democracia enajenar nuestra libertad a quienes deciden por nosotros desde el mismo momento en que enajenamos nuestro voto. Los únicos que entienden nuestro sufrimiento y dolor al pensar son los simpáticos y comprometidos reporteros y conductores de la tele que nos mastican la información, evitando que el mundo se nos haga complicado. Uno de nuestros paladines de la justicia fundó toda su confianza, y la esperanza de los que le siguieron, en el voto x voto y el otro (el presidencial) hizo la venta de su vida ofertándose como el presidente de las tres B: bueno, bonito y barato, en el medio nosotros, pero expulsados de cualquier opinión que no tenga que ver con acudir a una casilla y ya; Es difícil creer que todo lo que podemos hacer por nosotros mismo sea marcar una cruz sobre un rostro y repetir la mecánica tres veces cada año de elecciones.
Se decía que los seguidores de Obrador se iban a cansar, pero olvidamos que ya estaban cansados; cada nuevo y hermoso amanecer en este divino país acaba con las fuerzas de vivir y de hablar de miles de mexicanos. México comienza a dividirse en los mundos imaginarios de unos cuantos (los pacíficos, los renegados, los impunes, los objetivos, los radicales, los panistas, los perredistas, los ciudadanos, etc...) gracias a las espectaculares campañas televisivas, y gracias también a que a los mexicanos nos agrada y llena más la alta definición que el mundo rasposo y complicado que nos rodea desde que abrimos los ojos hasta que los cerramos. Ojalá alguna vez abriéramos los ojos aunque fuera por un momento, ojalá alguna vez la tele deje de bombardearnos con buenos programas o se vaya la luz para poder respirar por un momento, será un buen momento, a pesar de las perdidas millonarias en publicidad y producción de buenos y educativos programas. Podremos en ese momento tener tiempo de pensar y un buen porcentaje de los hombres sin tele se arriesgaran a pensar y talvez comencemos a exceder la tele con un poco de respeto por lo que significa nuestra libertad.

IV. Nuestro Santo Patrón del Satélite Morelos II

Las televisoras se han regodeado proyectando su idea de mundo del aparato a nuestras cabezas, porque los mexicanos, igual que casi todos los pueblos en el mundo, hemos decidido renunciar a nuestra libertad. Somos libres de proyectar nuestra propia idea de mundo, pero no tendría el mismo alcance que una espectacular telenovela y poco a poco no venimos sumiendo en el miedo y en la protección ficticia de no cambiar.
Es tan difícil hablar y ser escuchado que pretender un ejercicio de comunicación resulta demasiado confuso; es terriblemente difícil preguntar y escucharle a alguien sus opiniones e ideas que preferimos decir que ya sabemos lo que piensa y sí no: podemos imaginarlo sin ningún problema. La imaginación entendida en un mal sentido; desaprovechada en la quietud, cuando la imaginación a significado siempre un riesgo, el riesgo valioso de transformar y tomar la muerte como el momento cumbre de nuestra existencia y no como el último descanso.
¡Mundo raro en el que vivimos! Algo es seguro: sin importar lo que pase con el sexenio de nuestro presidente electo, paisano de todos nosotros, y las estrategias emprendidas por los diferentes y contrarios actores de nuestra política nacional, la credibilidad de las televisoras estará intacta. En un futuro cercano podremos ver como entregamos nuestra libertad y nuestro país al mejor conductor de noticias. La imaginación, la libertad y nuestros anhelos seguirán secuestrados en el mejor programa, no podremos ver que estamos enfermando y permitiremos que nos digan cuales son nuestros síntomas, será más fácil dejar que lo hagan, porque lidiar con el dolor es demasiado para un simple ciudadano. Cuando menos tendremos la esperanza de ver reflejados nuestras vidas en algún espejo, talvez en algún lugar se esté produciendo el programa que nos abra los ojos, pero hasta ese entonces todavía nos queda demasiado tiempo y no tantas fuerzas.
Podemos también fundar nuestra esperanza en el riesgo de la imaginación, podremos, quizás, corregir nuestras cegueras y dirigirnos con miedo, pero también con esperanza, hacia la transformación de nuestro mundo propio. Que bueno que la imaginación sea indestructible y que esté siempre como supuesto de cualquier persona, que bueno que su presencia pueda salvar, es una lástima que se duerma con los programas de la tele y es una lástima también que nuestras vidas estén, cada vez más, saturadas de ocupaciones y compromisos especulativos; desafortunadamente la conciencia no puede ocuparse de demasiadas cosas en un mismo instante, pero en algún momento tendremos tiempo… en la pausa del elevador que se descompone, en la llegada tardía del colectivo o de la combi, o en el insomnio de una noche, corolario de un día difícil, encontraremos las condiciones para imaginar.
Sé que puede sonar como una insensatez; seguir creyendo en la voluntad de los hombres y esperanzarnos con la llegada de un momento de lucidez humana en la cultura golpeada y maltratada de la mexicanidad, pero cuando pase, cuando nos sea posible mirar a los ojos de los demás y advertir comprensión y voluntad de vivir para todos, en ese momento lo entenderemos de forma clara y la existencia de la comprensión común podrá borrar de todos los rostros el miedo. Apostemos por la esperanza y la comunión, soñemos con el momento preciso en que ya no haya otro programa en la tele y podamos conversar para ponernos de acuerdo en el rumbo y dirección que deberemos seguir. Cuando el momento ocurra la esperanza no desaparecerá y con ello tampoco el miedo, pero podremos inaugurar una nueva época de acompañamiento. Sólo con la fuerza de los todos podremos apagar el fuego de nuestra Roma americana.
Mientras ocurre sigamos esperando a que nos llegue la serenidad para entender y sigamos repitiendo:

Ave tele, los que vamos a morir te saludamos.


…¡estoy despierto, estoy despierto!…

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